Esta debe ser la mejor película de Matías Bize hasta ahora. Más que un elogio, es la constatación de que todas sus cintas anteriores fueron ensayos para llegar a este nivel de precisión en el guión, la puesta en escena y las actuaciones, todos atributos evidentes de La vida de los peces.
Sus cuatro películas anteriores se han centrado en el espacio íntimo de parejas bajo presión o ante oportunidades que podrían no volver a repetirse: la posibilidad de casarse (Sábado), de conocerse verdaderamente (En la cama), de despedirse y terminar una relación (Lo bueno de llorar) y ahora, de reencontrarse y posiblemente volver a comenzar. El asunto va más allá de una preocupación puramente generacional: más bien, sus personajes masculinos pueden ser el mismo hombre tímido, enfrentado a mujeres fuertes (tres veces Blanca Lewin, y una Vicenta N'Dongo que es casi más fuerte que Lewin); mujeres de armas tomar, pero agotadas de pasarlo mal ante esa "sensibilidad" masculina que bien podría ser simplemente cobardía de vivir.