"Post Mortem"
De cadáveres y tipos solitarios
Por Ana Josefa Silva V.
Desde “Fuga” y “Tony Manero”, Pablo Larraín ha ido afinando la mano, que por lo demás nunca ha dejado de ser cuidadosa con las imágenes, porque siempre ha entendido que los detalles no son detalles en realidad.
Ahora con “POST MORTEM” evidencia una sensibilidad maestra para filmar y sobre todo para dejar pasar algunos claros dentro de la oscuridad, algo que se echaba de menos en sus anteriores trabajos.
Una fotografía cuidadosa y un gran sentido del tempo —el uso de los silencios es magistral— otorgan a esta película, en toda su primera parte, una atmósfera que seduce desde esa cámara bajo las ruedas de un tanque y luego posada en la ventana en que se aparece el taciturno Mario (A. Castro) mirando a la casa del frente.